AYUDAR A NUESTROS PADRES

El padre de una de mis amigas no es que esté pasando por su mejor año, primero le dio un ictus, después se cayó y le tuvieron que operar de la cadera y ahora le tienen que operar de un cancer estomacal, a este señor parece que le ha visto un tuerto porque tiene muy mala suerte. A mi la que de verdad me da mucha pena es su hija que es una chica estupenda a la que quiero mucho y no me gusta verla tan disgustada. Solamente espero que le hayan podido detectar el cáncer estomacal lo antes posible y que tenga una pronta recuperación.

A ninguno de nosotros nos gusta ver como nuestros padres se hacen mayores y se ponen enfermos, pero a decir verdad no nos queda otra que aguantarnos porque es ley de vida. Por lo menos nuestros padres nos tienen a nosotros, sus hijos, para que les ayudemos. Pero lo que de verdad me preocupa es ¿quién me va a ayudar a mi cuando llegue a esa edad? Yo no tengo hijos y visto lo visto no creo que los vaya a tener ya. Me da la impresión de que voy a tener que apañármelas como buenamente pueda y eso no me hace ninguna gracia. Tengo hermanos que me podrían ayudar pero son mayores que yo, así que no sé cómo estarán llegado el momento ellos también. Por fortuna soy un chaval que por ahora no es que haya tenido ningún problema grave de salud y eso me hace tener unas pocas esperanzas de llegar a viejo en mejores condiciones que muchos otros. Eso sí, tengo que cuidarme un poco para ver si puedo evitar cualquier exceso que pueda cometer.

 

Cuidar de nuestros padre no es realmente un problema, el problema viene cuando tus padres son muy tercos y no dejan que les ayudes cuando tienen problemas. Muchas veces porque creen que dejándose ayudar ya no son las personas que eran y ahí están muy equivocadas, todos necesitamos que alguien nos ayude alguna vez da igual quien sea y no vamos a dejar de ser quienes somos por eso.

El lugar que los hizo crecer

Daniel Calparsoro, Alejandra Jiménez, Juan Carlos Fresnadillo, Claudia Llosa… son grandes nombres de la cultura que tienen algo en común. Todos ellos estudiaron en TAI, un Centro universitario de artes Madrid que significó, no sólo la institución donde adquirieron la formación académica que les ayudó a triunfar profesionalmente; fue un lugar de encuentro y experimentación que los hizo crecer a muchos niveles. Así cuentan ellos como fueron esos años en las aulas de TAI. 

 

Para la actriz Alejandra Jiménez, TAI fue el lugar donde aprendió, tanto dentro como fuera de sus aulas, por los pasillos y las zonas comunes, gran parte de lo que sabe de su profesión: «fue una época muy feliz. La verdad es que estuve estudiando tres años y tenía tres horas de clase al día, pero en realidad estaba durante todo el día, hasta que cerraban la escuela. Porque te mostraban un abanico muy amplio de técnicas diferentes, de maneras de entender el trabajo diferentes. Y desde ahí tú construías la tuya propia». En este sentido incide la también actriz Natalia Millán: «la suerte de que era una escuela muy completa. Yo creo que era la única que ofrecía clases de interpretación, danza, había cine… Y era tan estimulante…»

 

El director de cine Juan Carlos Fresnadillo remarca la importancia del networking durante sus estudios en el centro: «la experiencia en la escuela fue el lugar de encuentro con mucha gente con la que formalicé una relación profesional posteriormente».  Insiste en esta idea el también director Jorge Sánchez Cabezudo: «allí coincidimos Tristán Ulloa y otros compañeros con los que he coincidido a lo largo de toda mi carrera».  

Es curioso también cómo cada alumni rememora la intensidad y la actitud con la que vivió su formación. Desde el productor de televisión y cine Alex Pina, que se recuerda a sí mismo como «el gamberro de la clase»,  a la directora de cine Claudia Llosa, para la que TAI fue un lugar que le cambió la vida: «se convirtió en un lugar en el que no solamente aprendías del profesor sino de todo ese grupo, que estaban en tu misma búsqueda. Se creo una sinergia… Fue un año inolvidable para todos».  Para el director Daniel Calparsoro, estudiar en TAI significó encontrar un lugar desde el que crear: «para romper el lenguaje hay que llegar a conocerlo. Y lo que aprendí en TAI es que tenía que ir paso a paso encontrando el territorio en el que yo me podía mover a gusto y desde ahí poder avanzar».