Envidia sana 

Solemos hablar de envidia sana cuando la envidia no supone un problema para la persona que lo siente. Puede ser que, o bien te alegres de lo que le sucede a otra persona o que lo que haga influya positivamente en tu toma de conciencia o tu actitud sobre un hecho concreto. Pues digamos que yo he sentido envidia sana de mi nueva vecina y de su maravillosa casa. Os cuento la historia.

Recientemente llegaban unos vecinos al piso de enfrente. Llegaron como un elefante en una cacharrería. Ya se sabe que las mudanzas con niños son complicadas: ya lo son sin niños, así que imaginaos. Al poco de llegar, me crucé con la madre y me invitó a conocer la casa. No es algo habitual en nuestra cultura, pero ella viene de Estados Unidos y allí, según me comentó más tarde, es lo habitual entre vecinos.

Cuando vi su casa casi me caigo de espaldas. En cuestión de un mes aquello parecía un palacio, una de esas casas que aparecen en las revistas de decoración. Al principio, lo admito, la envidia no fue muy sana, pero luego me di cuenta de aquella chica era especial y tenía una habilidad única para decorar una casa: se ofreció a ayudarme con la mía y no me pude negar: si me va a dejar la casa como en una revista, adelante.

Empezamos con cosas sencillas como las cortinas. Me indicó varios fabricantes de cintas de cortinas con los que había trabajado y empezamos por ahí. Rápidamente me di cuenta de que disfrutaba mucho decorando y diseñando una casa. Aunque no era su profesión lo enfocaba como algo profesional, tratando hasta el más mínimo detalle. Me dijo que en su anterior casa era el doble de grande y que estaba acostumbrada a decorar espacios muy amplios.

Desde que me ayudó a seleccionar fabricantes de cintas de cortinas seguimos colaborando y me invitó también a que la ayudara con algunas cosas de su casa. Nos hemos hecho muy buenas amigas, y yo estoy aprendiendo mucho de ella y de su cultura. Y la envidia se ha transformado en sincera admiración.

Repostería congelada, la mejor alternativa para tener siempre en casa

¿Eres de esas personas que siempre tienen en la despensa una caja de galletas surtidas sin abrir por si aparecen visitas? Esta costumbre de nuestras abuelas y madres ha quedado muy arraigada en muchos de nosotros y, sin darnos cuenta, la imitamos incluso cuando no tenemos muy claro si ese tipo de galletas siguen gustando como antes. ¿No sería mejor apostar por lo seguro y por lo que ahora se sirve en todas partes? Busca un buen distribuidor de reposteria congelada y moderniza tus alternativas para invitados o, simplemente, meriendas o desayunos especiales para los de casa.

Puedes comprar pastelitos congelados que solo tienes que quitar del congelador, poner en una rejilla y dejar que se descongelen solos. En un par de horas tendrás unos pasteles listos para comer y que serán tan deliciosos y aparentes como si hubieras ido a buscarlos a la pastelería al momento. Tanto es así que en muchos establecimientos venden este tipo de pasteles que han sido previamente congelados y seguro que ni te has dado cuenta de la diferencia. También son habituales en hostelería, para meriendas o para postres ya que permiten sacar más rápidamente si, por ejemplo, se venden más de los previstos en la comida y no quieren quedarse sin opciones para meriendas y cenas.

También hay bollería congelada que necesita pasar unos minutos por el horno para estar perfecta y en su mejor punto. Realmente,  es sencillo hornear este tipo de productos ya que se descongelan y se cocinan en cuestión de pocos minutos sin tener que hacer nada especial. Son ideales para desayunar un domingo bollería recién horneada sin darse el trabajo de tener que amasar y preparar todo antes. Muchas cafeterías usan este tipo de bollería dejándola descongelar de víspera y calentándola en un mini horno a primera hora para que sus clientes tengan cruasanes frescos o incluso mini croissants de cortesía para acompañar los cafés.

Para ocasiones especiales también hay todo tipo de tartas, algunas con unas presentaciones impresionantes, que pueden estar en el congelador días antes y que se sacan de víspera para que descongelen poco a poco y estén como recién hechas. Estas tartas son ideales cuando no hay tiempo para ir a comprar el día que se quiere hacer la celebración o para ahorrar mucho dinero respecto a lo que vale la tarta de confitería.