Envidia sana 

Solemos hablar de envidia sana cuando la envidia no supone un problema para la persona que lo siente. Puede ser que, o bien te alegres de lo que le sucede a otra persona o que lo que haga influya positivamente en tu toma de conciencia o tu actitud sobre un hecho concreto. Pues digamos que yo he sentido envidia sana de mi nueva vecina y de su maravillosa casa. Os cuento la historia.

Recientemente llegaban unos vecinos al piso de enfrente. Llegaron como un elefante en una cacharrería. Ya se sabe que las mudanzas con niños son complicadas: ya lo son sin niños, así que imaginaos. Al poco de llegar, me crucé con la madre y me invitó a conocer la casa. No es algo habitual en nuestra cultura, pero ella viene de Estados Unidos y allí, según me comentó más tarde, es lo habitual entre vecinos.

Cuando vi su casa casi me caigo de espaldas. En cuestión de un mes aquello parecía un palacio, una de esas casas que aparecen en las revistas de decoración. Al principio, lo admito, la envidia no fue muy sana, pero luego me di cuenta de aquella chica era especial y tenía una habilidad única para decorar una casa: se ofreció a ayudarme con la mía y no me pude negar: si me va a dejar la casa como en una revista, adelante.

Empezamos con cosas sencillas como las cortinas. Me indicó varios fabricantes de cintas de cortinas con los que había trabajado y empezamos por ahí. Rápidamente me di cuenta de que disfrutaba mucho decorando y diseñando una casa. Aunque no era su profesión lo enfocaba como algo profesional, tratando hasta el más mínimo detalle. Me dijo que en su anterior casa era el doble de grande y que estaba acostumbrada a decorar espacios muy amplios.

Desde que me ayudó a seleccionar fabricantes de cintas de cortinas seguimos colaborando y me invitó también a que la ayudara con algunas cosas de su casa. Nos hemos hecho muy buenas amigas, y yo estoy aprendiendo mucho de ella y de su cultura. Y la envidia se ha transformado en sincera admiración.