El dependiente más feliz del barrio

Mis padres fueron claros y contundentes, como se suele decir: tenía que buscar un trabajo aunque fuese a tiempo parcial. Había terminado la carrera y tenía pensado opositar. Estamos en un buen momento para ello porque están saliendo muchas plazas para enseñanza secundaria: se está produciendo un gran cambio generacional con muchas jubilaciones y, además, hay más bonanza económica que siempre invita a los gobiernos a ampliar el número de trabajadores públicos.

Ellos lo saben bien porque los dos son funcionarios, y saben también que no siempre se saca la oposición a la primera. En un principio protesté porque me iba a quitar tiempo de estudio, pero en el fondo sabía que tenían razón: una oposición es una carrera de larga distancia y un trabajo a tiempo parcial me haría madurar… y darme un dinerito para mis cosas.

Por medio de un amigo encontré una oferta en un supermercado ecológico en mi barrio. Podría venirme bien porque soy muy aficionado al deporte y a la vida sana y ya era cliente del súper antes de empezar a trabajar en él. Sí, mi familia es de las que compra mantequilla ecológica o leche de pastoreo. Somos conscientes de que son productos que cuestan un poco más, pero nos gusta apostar por la alimentación sostenible que tiene ese plus de calidad que siempre ofrecen los productos ecológicos.

Hice la entrevista y conseguí el trabajo: debió gustar que conociera bastantes de los productos que vendían en el súper. Después de los primeros días de trabajo que fueron un poco más estresantes porque tenía mucho nuevo que aprender sobre todo en cuanto a la gestión de las mercancías y del sistema informático (y a cobrar y dar bien la vuelta a los clientes), todo empezó a ser súper tranquilo.

Y es que lo bueno de trabajar en una súper ecológico, además de tener descuento en la mantequilla ecológica y en otros productos, es que todavía no tienen muchos clientes. De momento, los dueños no parecen muy preocupados… y yo puedo estudiar en los tiempos muertos, que hay muchos.